sábado, 3 de febrero de 2018

Jugando a las casitas


Los rincones vacíos de la casa ya desmantelada guardaban olores que hacía tiempo había olvidado.  La cocina olía a las lentejas que habían comido religiosamente todos los lunes durante años; aquel dormitorio sombrío guardaba el olor a sexo de algunas mañanas de domingo y al abrir la puerta del cuarto del fondo le pareció sentir el aroma agridulce del bebé después de una calurosa noche de verano. La chica de la inmobiliaria sin preguntar nada la miró con aquel gesto de cansancio que ya era habitual y  al cerrar la puerta le tendió un papel con la nueva dirección y solo dijo: Hasta mañana.

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