domingo, 20 de febrero de 2011

La última prueba

No sé como tuve fuerzas para arrastrar el cuerpo y cubrir el agujero, Nadia pesaba más de lo que su poca estatura y su delgadez hacían pensar, o quizás era yo, que a estas alturas estaba al borde del agotamiento. Aun así pude hacer el trabajo medianamente bien y hasta pensé clavar una cruz con su nombre sobre el montón de tierra que ahora era su tumba, al fin y al cabo ella se había portado muy bien conmigo y hasta se puede decir que en algún momento habíamos sido casi amigas.
 No sentí remordimientos, ella habría hecho lo mismo, eran las reglas.
 Me esperaba la fama y un millón de euros.